Viento, silencio y chicharras.
En ese orden, pues a la llegada me recibió un fuerte e inagotable viento que rugía durante todo el día. Al día siguiente fue parando y al anochecer el silencio era absoluto, el paisaje parecía más lunar aún que de costumbre. Después aparecieron en escena los insectos, que debían estar refugiados durante los diez días de viento incansable, surgieron de su escondite las chicharras y lo celebraron con su habitual y estridente concierto.
Pero lo mejor fue la compañía de los
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2 comentarios:
que gustazo, que envidia (sana, claro está), cuando esté de vuelta a Valencia me gustaría quedar contigo y que me aclares unas cosillas sobre el blog. o no? mil besos - José Manuel ( Cornelius )
Claro! aunque tampoco es que sea un especialista en esto... Voy a ver como anda el tuyo. Besos!
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