29.5.09

Priavera Sound


Ya estoy de vuelta en en Valencia tras una accidentada salida de una Kolkata media arrasada por un ciclón que derribó 600 o 700 árboles. Salí hacia el aeropuerto, ya de noche, con las noticias de que todos los vuelos estaban siendo cancelados, las ramas, árboles y objetos arrastrados por el ciclón estaban por todas partes. En un momento determinado nos encontramos un camión parado en mitad de una calle estrecha, empezó a dar marcha atrás, casi nos aplasta, luego descubrimos el motivo, un enorme árbol cruzado en mitad del paso. Habían cortado una especie de tunel entre las ramas por donde cabía a duras penas un coche, pero desde luego no un camión. Afortunadamente cuando llegamos al aeropuerto lo peor había pasado y pude salir sin más contratiempos.

Os recuerdo que mañana sábado 30 estaré en el Primavera Sound, junto a Dj Medhi, que cierra el festival a las 4.30 h en el escenario Pitchfork. Este tipo mezcla hip-hop y electro en sus sesiones, seguro que será divertido.

23.5.09

Últimos días


Mañana por la noche se termina el viaje, ha sido corto pero intenso. En cuanto llegue a casa, me toca preparar la sesión del sábado para el Primavera Sound. Os dejo unas últimas imágenes a modo de despedida.




22.5.09

El olor de la India



Todos los lugares poseen su olor particular, más o menos definido, más o menos característico. Pero el caso de la India es algo especial. Nada más poner un pie aquí, por tercera vez en los últimos años, me di cuenta de ello y el olor me asaltó con enorme fuerza. Pero era algo que cabía esperar, mucho más sorprendente es cuando te sorprende un olor típico de aquí en cualquier otra parte, como una vez, paseando por Valencia, cuando olí una comida india que alguién estaba cocinando, fue como si me arrancasen de donde estaba y me transportasen hasta aquí en un segundo, sin aviones ni pasaportes, me quedé aturdido un buen rato.

El olor general de la ciudad es un tanto indefinible, mezcla de muchas cosas, algunas agradables y otras no tanto. Pero el caminar por Kolkata puede convertirse en toda una experiencia olfativa, en la cual los olores van fluctuando según por donde te mueves. El gasoil y los humos de los vehículos, el omnipresente olor a comida y especias, curry, cardamomo, cilantro, aceite de cacahuete calentándose en enormes sartenes, canela, chile, nuez moscada, pimienta... Incienso humeando en los cientos de pequeños altares que te encuentras por la calle, el olor corporal de millones de indios bajo un sol de justicia, aguas estancadas, aguas fecales, el olor de la sangre cuando entras en un mercado de animales, carne expuesta en los mostradores, plumas, restos de pescado, excrementos, todo tipo de desperdicios, vísceras y basura... La fragancia del azhar, los lirios y las hojas frescas del Flower Market, los mercados de fruta repletos de plátanos, mangos, papayas, guayabas, piñas...

Y me dejo muchos olores, de algunos desconozco su origen, de otros huyo despavorido, y muchos de ellos me acompañarán por siempre, unidos e inseparables a este país.

20.5.09

Tiendas


En esta ciudad abundan las tiendas, por todas partes, de todos los tamaños y colores. Las hay grandes, con aire acondicionado y guardias de seguridad, las más lujosas suelen estar prácticamente desiertas. Pero si nos salimos de las dos o tres calles más comerciales, lo que nos encontramos es un verdadero rosario de tiendas. Ya he hablado de la proliferación de puestos en plena calle que a menudo la colapsan totalmente, pero son innumerables también las tiendas que se hayan situadas bajo techo.

Muchas de ellas están increíblemente especializadas y tal vez solo vendan tornillos, o hilo de coser o una determinada pieza mecánica que no termino de saber qué es, y sus estanterías aparecen cuidadosamente ordenadas con todas las variedades del artículo en cuestión. Algunas son pequeñas... pequeñas de verdad, de uno o dos metros cuadrados, no tienen puerta ni escaparate, en ocasiones sirven también taller y puedes verlos encuadernando un libro o arreglando un reloj. Hay algunas incluso más pequeñas, de menos de medio metro cuadrado... ¿y cómo es eso posible?, pues primero de nada, el dueño atiende el comercio "fuera" de la tienda, pues dentro materialmente no cabe, luego la organización viene a ser como un armario empotrado en la pared, que se abre mostrando el género a los viandantes.

Caminas y caminas y aquello parece no tener fin, se vende de todo y en enormes cantidades. El otro día me metí por un callejón estrecho y en un momento estaba en una especie de mercado al por mayor de cebollas. A izquierda y derecha se abren espacios en penunmbra, con las paredes pintadas de rojo y llenos de sacos de cebollas, una pequeña mesita con un hombre lápiz en mano es el único mobiliario. El olor es intensísimo y en el aire revolotean pequeños trozos de pieles de cebolla.

18.5.09

Kolkata



"Calcuta es una espiral que nos absorbe, es un barco con las velas desplegadas, dispuesto a partir, pero que nunca saldrá del puerto"

Hernán Zin

16.5.09

El monzón


Carnicero musulmán que me invita a pasar a su diminuta carnicería para charlar,
mientras corta con un temible cuchillo cabezas y patas de carneros, salpicandolo
todo de sangre.


En teoría el monzón comienza la primera quincena de Junio, pero estamos a mediados de Mayo y ya hay unas tormentas que dan un miedo... La primera fue impresionante, realmente pensé que el monzón se había adelantado y tendría que salir nadando de la estación de bomberos donde me había refugiado. El agua caía a cubos, desdibujando los edificios que habían al otro lado de la calle, un fuerte viento se levantaba súbitamente arrastrando la lluvia con furia, la calle empezaba a desaparecer bajo el agua. Afortunadamente paró de llover y la cosa no fue a mayores. Supongo que si se mantiene lloviendo de esa manera durante mucho tiempo la ciudad termina tal y como la he visto en fotos durante el monzón, un metro de agua allá donde mires. Y me pregunto, toda la gente que viven en la calle y duerme en el suelo... ¿dónde demonios se meten? Desde luego es una ciudad dura, o te ahogas de calor o te ahogas en el monzón.

Ayer vi a un tipo con pinta de extranjero, montado en una bicicleta, llevando una enorme bolsa bandolera a la espalda, mantenía un precario equilibrio entre los taxis y los autobuses. Le deseo la mejor suerte, pero realmente me parece un peligroso atrevimiento. Desde que tengo uso de razón voy en bici por Valencia, y también me moví en bici cuando estuve en Indonesia, en Roma, Berlín o en La Habana, pero aquí sencillamente no me atrevo, ya os he hablado del caos circulatorio, terminaría aplastado entre un camión y un tranvía como un mosquito en menos que canta un gallo. Y si lograse zafarme, probablemente metería la rueda en alguno de los socabones que se abren peligrosamente cada dos por tres. Por no hablar de la contaminación que se debe tragar y los bocinazos que hay que soportar. He intentado contar hasta cinco sin oir ningún pitido, imposible, creo que no llegué ni a cuatro, y normalmente no podía ni empezar a contar.

Ya de noche busco un lugar donde cenar en los alrededores del New Market, está chispeando y voy con mi paraguas, preparado para cualquier cosa. Es viernes y hay una gran animación, esta zona está repleta de letreros luminosos, comercios, cines, restaurantes... Sorteando los charcos que multiplican las luces de los anuncios, veo a las parejas tomando un helado, los taxis amarillos esperando clientes, los carritos de comida trabajando sin parar, un rickshaw consigue sortear el bullicio dejando en la puerta del cine a una india mayor y bastante gorda junto a su joven hijita, pequeña como un pajarito. Mucho más ligero tras dejar semejante carga, el famélico conductor arrastra el carrito chapoteando entre los charcos, se aleja haciendo sonar su campana. Solo me falta un tubo néon como bastón de mi paraguas para encontrarme en cualquier momento a Harrison Ford persiguiendo
replicantes bajo la lluvia.


14.5.09

Comprar una almohada en Kolkata


La almohada del hotel es más dura que una piedra, después de varios días sufriendo con semejante ladrillo decido comprar una un poco mejor. Mi primer intento es acudir al New Market, ¡mala idea!, me paso media hora deambulando por sus pasillos acompañado de un pesadísimo cazaclientes que se devana los sesos preguntándome y preguntándose que demonios busco, yo no le hago el menor caso, ¡me revientan estas cosas!, prefiero no encontrar lo que busco... y eso es lo que termina sucediendo.

Mi segunda idea es preguntarle al recepcionista del hotel, me dice: ¡en el New Market!. Le explico que ya lo he intentado, pone cara de pensar mucho, me dice que le deje investigarlo. Dos horas más tarde bajo de mi habitación, le pregunto y poniendo cara de extreñimiento me dice: más tarde, más tarde. Más tarde me repite lo mismo y cuando vuelvo de cenar me dice que al día siguiente... Entonces recuerdo haber leído en algún sitio que difícilmente un indio admitirá no saber algo, cualquier maniobra es buena excepto admitir que no sabe. Renuncio a seguir preguntado.

Tras otra incómoda noche, mi cuello insiste en hacer un tercer intento . Esta vez opto por consultar al oráculo, es decir, Google. En su googlemaps encuentro algunas tiendas, me aprendo cuidadosamente el camino y me encamino hacia allí. Nunca llego a encontrarla, pero no es problema, aquí son especialemente propensos a agruparse por gremios, así que una vez en la calle en cuestión, me encuentro con toda una retahila de tiendas con almohadas colgando por todas partes. Entro en una un poco más grande, me bajan una de las almohadas en exhibición (rosa), me parece un poco "maluja", pregunto si tienen más modelos, me sacan otra un poco mejor, llena de elefantes y jirafas de colores, no termina de convencerme... Insisto un poco más, no lo entiendo, parece que le cuesta sacar los modelos más caros, al final saca una blanca, blandita, perfecta, un poco más cara, pero vamos... ¡mucho mejor!

12.5.09

7 razones que hacen de Kolkata una ciudad apocalíptica


1- Cientos de cuervos sobrevolando los edificios, graznando sin cesar, posados aquí y allá con el pico abierto, inmóviles como estatuas.

2- Miles de coches, camiones, autobuses, taxis, autorickshaws, pitando todos al mismo tiempo con furiosa alegría, circulando como auténticos posesos haciendo caso omiso de cualquier norma de circulación.

3- Millones de indios en las calles, andando, comiendo, bañándose, cocinando, descansando, trabajando, hablando, cortándose el pelo, rezando, durmiendo...

4- Increíbles edificios coloniales en distintos estados de deterioro, algunos cubiertos de vegetación e incluso árboles que crecen de sus paredes o en los balcones hundiendo sus raices entre los ladrillos. Recuerdan a viejos templos aztecas semienterrados por la jungla.

5- La pátina que todo lo cubre. Una pátina de tiempo, polvo y contaminación de la que solo se libran los coches, cuidados con esmero, y dos o tres edificios recién pintados.

6- Los tranvías. Pesados mastodontes de metal, cubiertos de cicatrices como se si tratasen de viejos rinocerontes que se han pasado la vida abriéndose paso a empujones.

7- El kaos. Un kaos absoluto. Las vallas de publicidad se superponen unas a otras, los cables de electricidad siguen el camino más cómodo sin importar por dónde, las fachadas de los edificios son un cristo, no hay dos balcones iguales, las calles aparecen inundadas de tiendas, tenderetes, comederos, carritos, fardos de mercancías... Se ven bastantes policías, militares y otros uniformados que no se muy bien que son, pero nadie ni nada parece seguir ninguna norma... y a pesar de todo la ciudad funciona... más o menos...

Apéndice- Seguro que Ridley Scott estuvo por aquí antes de rodar Blade Runner.

10.5.09

40 grados a la sombra


En el interior de uno de los numeros y diminutos talleres que se abren a las calles de Kolkata

El avión llegó sobre las 11 de la noche, así que cogí un taxi hacia el hotel aproximadamente a medianoche. 5 kilómetros atravesando Kolkata desde las afueras hasta el centro, unos 15 minutos de recorrido nocturno iluminado fantasmagóricamente por farolas amarillentas que bordean las avenidas con más tráfico. La ciudad está adormecida a estas horas, los comercios cerrados, el tráfico escasísimo, las aceras desiertas... si exceptuamos los centenares, millares, de cuerpos que empiezas a vislumbrar tumbados en improvisados catres bajo los soportales, acurrucados en los tenderetes o en los carros con los que trabajarán mañana, o sencillamente yaciendo desordenadamente en mitad de calle, sobre cartones o directamente sobre sus espaldas... Estoy de regreso en Kolkata.

La ciudad ahora, en verano, es aún más tremenda que en invierno, o al menos más de lo que yo recuerdo de mi última visita, hace unos dos años, en enero. El sofocante calor te afixia literalmente, la contaminación se alía con él y, junto al ritmo desaforado del tráfico y millones de personas moviéndose y viviendo en la calle, terminan sobrepasándote. Aguanto unas cuatro horas al día andando y dando vueltas, cuando empiezo a dar traspiés o tambalearme, ligeramente mareado, me doy cuenta de que ha llegado la hora de buscar refugio en algún local con ventiladores a toda potencia a medio metro de las mesas. El resto del día lo paso leyendo, descansando en el hotel, tomando algún refresco o conectado en algún cibercafé, estos primeros días hay que tomárselo con calma o sucumbiré en el intento.


En el hotel de las dos primeras noches, un "lujo" que no se puede alargar...