El olor de la India
Todos los lugares poseen su olor particular, más o menos definido, más o menos característico. Pero el caso de la India es algo especial. Nada más poner un pie aquí, por tercera vez en los últimos años, me di cuenta de ello y el olor me asaltó con enorme fuerza. Pero era algo que cabía esperar, mucho más sorprendente es cuando te sorprende un olor típico de aquí en cualquier otra parte, como una vez, paseando por Valencia, cuando olí una comida india que alguién estaba cocinando, fue como si me arrancasen de donde estaba y me transportasen hasta aquí en un segundo, sin aviones ni pasaportes, me quedé aturdido un buen rato.
El olor general de la ciudad es un tanto indefinible, mezcla de muchas cosas, algunas agradables y otras no tanto. Pero el caminar por Kolkata puede convertirse en toda una experiencia olfativa, en la cual los olores van fluctuando según por donde te mueves. El gasoil y los humos de los vehículos, el omnipresente olor a comida y especias, curry, cardamomo, cilantro, aceite de cacahuete calentándose en enormes sartenes, canela, chile, nuez moscada, pimienta... Incienso humeando en los cientos de pequeños altares que te encuentras por la calle, el olor corporal de millones de indios bajo un sol de justicia, aguas estancadas, aguas fecales, el olor de la sangre cuando entras en un mercado de animales, carne expuesta en los mostradores, plumas, restos de pescado, excrementos, todo tipo de desperdicios, vísceras y basura... La fragancia del azhar, los lirios y las hojas frescas del Flower Market, los mercados de fruta repletos de plátanos, mangos, papayas, guayabas, piñas...
Y me dejo muchos olores, de algunos desconozco su origen, de otros huyo despavorido, y muchos de ellos me acompañarán por siempre, unidos e inseparables a este país.
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