29.8.09

Jostaldi Pilotalekua


Estos útimos días he estado en Hondarribia, a unos 20 kilómetros de San Sebastián. Gorka Alda estrenaba este viernes su obra "Hormen arteko oihartzunak" el frontón Jostaldi de Hondarribia, dentro de la programación de la Quincena Musical de San Sebastián.

Gorka, a quien ya conocía de cuando grabé su obra Buruntza en el 2004, volvió a llamarme para esta ocasión con el objetivo de hacer un vídeo que recogiese la hora y pico que dura su espectáculo. Una mezcla de pelotaris jugando a cesta punta, danza contemporánea, música electroacústica y un cuarteto de saxofones. Según palabras del propio Gorka, "es un concierto transdisciplinar que pretende homenajear al frontón y a la cesta. Una obra sonora elaborada a través de los sonidos de las lanzadas de los pelotaris, la rítmica, la trayectoria de la pelota y que está realizada pensando en la acústica del frontón, aprovechando sus ecos. Pretendo que sea una composición que exprese la elegancia de la cesta punta, casi como una escultura en la que los sonidos son los que esculpen junto a los movimientos de los pelotaris y de la danza. Tal y como dijo Oteiza, el frontón se convierte en una caja metafísica".

Han sido tres días de ensayos y coordinación de un grupo amplio y variado de personas. Los pelotaris Egigren II y López, los bailarines Eneko Alcaraz, Eneko Balerdi, Aiert Beobide y Jorge Lastra, coreografiados por Mikel Aristegi, los saxofones del cuarteto Sigma Project, Josetxo Silguero, Andrés Gomis, Jose Miguel Cantero y Rodrigo Vila. Además de el equipo técnico de luces, el de sonido, la organización de la Quincena, el ayuntamiento de Hondarribia, los padres de Gorka que nos alojaban a todos en su preciosa pensión asomada al puerto de Hondarribia... Y nosotros por medio grabando todo lo que podíamos, digo nosotros porque conté con la inestimable colaboración de Josep Bedmar que se vino de Madrid a echarme una mano con la grabación.


Algunas imágenes tomadas durante la rueda de prensa el día anterior al estreno.

14.8.09

Las lágrimas de San Lorenzo


Hace un par de noches estuve bajo el Pico del Fraile, apostado sobre una gran roca que parecía hecha a propósito para ello, dispuesto a observar la lluvia de estrellas dejada por la cola del cometa Swift-Tuttle, también conocida como las lágimas de San Lorenzo.

La lluvia se quedó más bien en un leve chispear de ocasionales estrellas fugaces, aunque hubieron un par realmente impresionantes. No conseguí ninguna foto de ellas, aunque tampoco me lo tomé muy en serio... En cualquier caso estuvo genial permanecer tumbado en la oscuridad del bosque bajo las estrellas, fugaces o no fugaces. A la vuelta me di cuenta que no llevaba linterna y fui dando tumbos, sin saber muy bien dónde pisaba, hasta que llegué al camino. En ese momento apareció la luna y todo fue más sencillo.

5.8.09

Todo lo bueno se acaba...



... Y ya es hora de emprender el regreso. Estoy rendido, agotado, feliz.

3.8.09

Diario de un surfista novato



Dejo la tabla en la arena, muy cerca de la orilla, boca abajo, para que el sol no emblandezca demasiado la cera. Es el momento de los estiramientos, mientras se contempla el mar buscando el mejor lugar por donde entrar y compartir la alegría de los que ya están allí arriba, disfrutando de las olas.

Pero más vale no apresurarse, o te preparas bien o lo pagas más tarde mar adentro. El primer día, a pesar de haber estado estirando, me dio un tirón en el gemelo. Cuando intentaba estirar el músculo en el agua, me dio un segundo tirón en el músculo de la espinilla. Intentaba estirar para aliviar un músculo y se me contraía el otro y viceversa, nada divertido.



Termino de ajustarme el traje y empiezo a entrar en el mar viendo lo que me espera unos metros más adelante, gigantescas olas (para mi) rompiendo furiosamente, levantando montañas de espuma. Según vas avanzando, llega un momento crítico, en el cual vas encima de la tabla, remando con todas tus fuerzas, pero aún no has atravesado esa línea donde rompen absolutamente todas las olas. Unas tras otra van cayendo encima de ti, arrastrándote hacia atrás los pocos metros que has conseguido avanzar. Dependiendo de la mar que haya, esto puede durar unos instantes, aprovechas una pausa entre series, das unas brazadas y ya estás arriba... o puede durar una eternidad. Intentas pasar por debajo de la ola, tratas de hacer la "tortuga" (dándote la vuelta, con la tabla encima ya pretada contra ti), pero sigues sin avanzar casi nada, parece que el mar se calma un poco, remas desesperado para aprovechar el momento, pero delante tuyo empiezan a hincharse las aguas, una ola tremenda empieza a formarse, no está muy lejos, rema, ¡rema! Hay que alcanzarla antes de que rompa y pasar con encima cuando aún es una suave ondulación que te permite seguir avanzando. Pero la ola crece y crece y no llegas, rema, ¡rema!, ya estás casi, levantas la vista y ves una pared de agua de casi dos metros, no vas a llegar. El mar parece sonreir antes de dejar caer encima tuya varias toneladas de agua y sal. Retrocedes todo lo avanzado y un poco más. Salgo a la superficie boqueando, rodeado de espuma, golpeo furioso el mar con el puño y suelto todas las maldiciones que conozco. Hay que comenzar de nuevo.



Pero, tarde o temprano, termino atravesando la fatídica línea y el mar parece calmarse, aunque hay que estar muy atento. Descanso un poco y me dirijo al pico, allí están todos, esperando "la ola", sentados más o menos dispersos, inmóviles sobre sus tablas, pequeños budas de neopreno mecidos por las aguas. El mar reposa ahora tranquilo, inocente, como si la cosa no fuera con él. Pero no le quitamos ojo de encima, en cualquier momento una leve ondulación puede anunciar la llegada de una serie. Allí asoma una, todos toman posiciones, algunos reman hacia un mejor puesto. La primera ola se lleva a los más avezados, la dejo pasar, viéndolos partir a toda velocidad. Lo intento con la segunda, pero no encuentro hueco; cuando llega la tercera y es mi oportunidad, me encuentro con varios surfistas remontando, no me atrevo a intentarlo, es muy probable que no sepa esquivarlos; además, las olas están muy grandes para mi... ¡hay! ¿qué hago aquí? Mejor busco un lugar menos concurrido con olas más modestas. Aún así, con lo que me ha costado llegar... Lo intentaré de nuevo con la siguiente serie.

Un rato más tarde consigo estar bien colocado para una buena ola, la tengo justo detrás mío, creciendo más y más, me tumbo en la tabla y la miro por encima del hombro mientras remo con todas mis fuerzas. Tampoco hacía falta remar demasiado, viene muy fuerte, ya estoy encima de ella, noto como me arrastra, es hora de levantarse sobre la tabla de un salto. Pero cuando me doy cuenta estoy a dos metros de altura y ante mi se abre el vacío. Demasiado tarde, demasiado alto, la ola empieza a romper y mi tabla se inclina hacia delante noventa grados, me voy a clavar sin remedio. La ola se me lleva por delante con todas las fuerzas de los océanos sus espaldas. La tabla sale despedida, empiezo a dar vueltas como un loco y ya no se dónde está arriba y dónde abajo. Me arrastra metros y metros consigo, y no me suelta, parece que no acaba nunca, los pulmones me van a estallar, me invade el pánico por un momento, pero el pánico consume oxígeno y no es la primera vez que me pasa algo así, lo mejor, relajarse, dejarse llevar un poco, tratar de orientarse y buscar la superficie justo antes de que los pulmones estallen. ¡Aire, aire! Finalmente alcanzo la superficie, respiro con fuerza, ya oigo la siguiente ola que se me echa encima...


1.8.09

Molido


Me duelen los hombros. Me duele la espalda, el cuello y los brazos. Me duelen los pies, las piernas y la rodilla derecha. Tengo una herida en el tobillo, un corte en el pie y la nariz quemada por el sol. Me lo estoy pasando estupendamente.