Los tres valles
Hace ya bastantes años fui a Ordesa con unos
Entre Pineta y Ordesa bajé y recorrí el último tramo del valle de Añisclo, entre cascadas y flores de Edelweis . Pero lo más duro fue sin lugar a duda el descenso a Pineta, aquello no se acababa nunca, más tarde oí comentarios jocosos de montañeros que afirmaban que lo mejor era arrojar la mochila montaña abajo, sacar el paracaídas y lanzarse hacia el valle. Al menos comprobé que no era solo cosa mía. Para hacernos una idea, la cosa era salvar un desnivel de 1200 metros en tan solo dos kilómetros, algo así como bajar trescientos pisos, o bajar tres veces el Empire State… dos días más tarde el problema fue subirlos…
Otro punto que recuerdo especialmente fue la senda que bordea cuidadosamente la Punta de las Olas. Veía acercarse la montaña y sabía que el camino pasaba de alguna manera por allí, para ir al otro lado y dirigirme de vuelta a Goriz, pero no sabía por dónde demonios iría ese camino, pues yo solo veía un macizo rocoso de impresión, con paredes casi verticales que parecían imposibles de recorrer. Esperaba que milagrosamente la senda encontrase un paso escondido que yo no acertaba a vislumbrar, pero de eso nada, se dirigía irremisiblemente hacia allí y según me acercaba la cosa se iba complicando. En algunos tramos había cadenas, ancladas a la roca, donde agarrarte para poder continuar, no era cuestión de dar un traspié y despeñarte por un barranco de 2800 metros de altura. En un momento dado tuve que calarme a fondo la gorra y mirar fijamente al suelo, pues el precipicio que se abría treinta centímetros a mi izquierda, que era hermosísimo, daba un vértigo que me hacía temblar las piernas y dar vueltas la cabeza.
En fin! ¿y que me he traído de esta pequeña travesía…? Pues algunas ampollas en los pies, una nariz chamuscada por el sol y un alma que ha crecido un par de centímetros.
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