Mis milagros IV
Hace unos años fui a Madrid a hacer unas ampliaciones fotográficas, era la segunda vez que hacía unas copias grandes y, aunque esta vez eran más pequeñas que en el viaje anterior, unos 70x100 cm, eran tres fotos y una buena cantidad de dinero. Estuve allí toda la mañana haciendo pruebas y tirando finalmente las copias tras unas pequeñas correcciones. Después de comer me las enrollaron y las metimos en una caja de cartón alargada de un metro y pico de alta.
Salí todo contento, aún tenía tiempo de hacer una visita al Reina antes de coger el bus de vuelta a Valencia. Bajé al metro y me paré un momento en el pasillo a consultar el plano y buscar la mejor combinación. Estaba en Pueblo Nuevo, así que cogí la línea 5, Quintana, el Carmen, Ventas,Diego de León, Núñez de Balboa, Rubén Darío, Alonso Martínez, Chueca y GranVía, donde bajo y cambio a linea azul, la 1, que me lleva a Sol, Tirso de Molina, Antón Martín y Atocha, mi destino. Se abren las puertas de metro y echo mano de la caja para salir de vagón. ¡Ahhhhh! ¿dónde está la caja? ¡ha desaparecido! Era como si me faltase una mano o algo así, o sea, algo imposible de ocurrir, no me puedo dejar la mano o la cabeza olvidada por ahí (bueno...), pues tampoco podía dejarme la caja con las fotos, el motivo de mi viaje, la culminación de meses de trabajo. En ningún momento pensé que me la habían robado, no, no, estaba seguro de que me la había dejado en algún sitio, pero ni idea de donde...
Salí del vagón al borde de la taquicardia y vi a un par de guardias de seguridad. Intenté explicarles lo que me había pasado, me pidieron una descripción de la caja, yo les dije: una caja delgada, marrón, alta casi hasta pecho, sin ninguna indicación exterior... me preguntaron dónde la había dejado, ¡ni idea! contesté, me miraban asombrados, le expliqué el recorrido y ellos llamaron por sus walki-talkie, al tiempo que me daban pocas esperanzas de encontrar algo así. Yo estaba desesperado, me despedí de ellos y salí corriendo para coger el metro en dirección contraria, lo único que se me ocurría era deshacer el camino a ver si me acordaba de algo o me encontraba la caja.
Salí de Atocha dirección Antón Martín, Tirso de Molina, Sol... según pasaban las estaciones intentaba relajarme y hacer memoria... mientras me daba de cabezazos contra la ventanilla. Al final recordé, al bajar al metro y consultar el plano, debí de apoyarme en la caja, como si fuese una mesilla alta y diminuta, una vez decidida la ruta continué andando, dejando atrás la caja-mesita. Salí corriendo en Gran Vía, cambié a la verde, Chueca, Alonso Martínez, Rubén Darío, Núñez de Balboa, Diego de León, Ventas, el Carmen, Quintana... ¿Cuánto tiempo habría pasado? veinte minutos o más de ida, y otros tantos de vuelta, y la conversación con los de seguridad, tal vez cerca de una hora, imposible que continuase en el mismo lugar. Pero tal vez alguien la ha cogido, una vez fuera la ha abierto y al no ver nada de valor (seguramente no apreciaría mi trabajo) la habría tirado cerca de la salida, tendría que buscar por los alrededores.
Además, por muy mal que pintase, todo podía aún solucionarse, cosas más raras me habían pasado, no sabía como, pero aún pensaba en poder recuperar la caja. Bajé apresuradamente en Pueblo Nuevo, miraba en todas direcciones, podía estar en cualquier parte, pero si mi teoría era correcta la habría dejado arriba, en el pasillo de entrada que distribuye el tráfico hacia la línea 7 o la 5. Me abrí paso entre la gente y corrí escaleras arriba, al asomarme al pasillo no pude creer lo que veía, era casi irreal, allí estaba la caja, en medio del pasillo, de pie, erguida como un monolito, impertérrita. Fui como flotando hasta ella y la abracé emocionado. Estaba intacta, la había recuperado.
3 comentarios:
bueno, no tengo comentario, sino un link, http://www.lichtpiraten.net/
lo de mi vecino de Berlin.. te veo luego..
Desde luego, te pasan cosas de pelicula.
Mejor que no tengas hijos. Me apena no ser tio, pero será lo mejor.
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