19.10.07

Encontrar las gafas, en una plaza de toros, en mitad de un concierto de Rage Against The Machine

El anterior capítulo me recordó la historia que ahora cuento en este capítulo 3 de "mis milagros". Corría el año 2000 y nos fuimos Madrid a ver a Rage Against the Machine, el concierto era en la Plaza de Toros de Leganés. Primero salieron a escena los teloneros, Asian Dub Fundation, la plaza se iba llenando y nosotros tomamos posiciones a pocos metros del escenario. Todo fue bien hasta que salieron los RATM, la gente se volvió loca con el primer tema y todos empezamos a saltar y brincar coreando los temas como salvajes, pateábamos el suelo de arena de la plaza levantando una nube de polvo, con los brazos en alto girábamos sobre nosotros mismos y nos empujábamos los unos a los otros, sintiendo la marea humana oscilar adelante y atrás, a izquierda y derecha...

Normalmente en estos casos tengo la precaución de guardarme las gafas en una funda o en un bolsillo, pero no recuerdo muy bien que pasó, si se me olvidó o la locura empezó de manera tan súbita que no tuve tiempo de reaccionar... el caso es que a las primeras de cambio las gafas salieron volando y desaparecieron sepultadas por el maremágnum enloquecido. Empecé a empujar a la gente, agachándome y mirando por el suelo, no se como pero algunos a mi alrededor entendieron que no participaba en la algarabía general, si no que mis empujones eran porque algo se me había caído. Al poco se organizó un pequeño corro de almas caritativas buscando mis gafas, supongo que debió coincidir con el fin de uno de los temas o alguna pausa similar. Claro que, aunque el concierto se hubiera detenido del todo, todas las luces se hubieran encendido y todos nos dedicásemos a buscarlas, encontrar unas gafas, de fino metal de un color exactamente igual a la arena que cubría el coso taurino, no era tarea fácil.

Aún así, sorprendentemente rápido, uno de los asistentes me trajo los restos de mis gafas. En mis manos, acercándolas a mis ojos miopes, me encontré con la montura semiretorcida, sin cristales y sin una de las patillas... R.I.P. La multitud empezó a prestar de nuevo atención a la música y el corro pronto se diluyó en el jolgorio colectivo... Pero, mientras intentaba recuperarme del terrible acontecimiento, apareció otro personaje que me traía algo más, ¡se trataba de la patilla que faltaba! Estamos hablando de una patilla metálica, color beis, de uno o dos milímetros de grosor. Cómo la encontró, de noche, pisoteada y semienterrada, mientras los RATM seguían con su concierto, es un misterio aún más grande que lo de la lentilla en la discoteca que contaba el otro día.

En cualquier caso me resultó difícil disfrutar el concierto con el disgusto. Al lunes siguiente, ya de vuelta en Valencia, fui a la óptica con los restos de las gafas rescatados del desastre, allí terminamos de enderezarlos, encargué unos cristales nuevos y días después los engarzamos en la montura, algo pelada y estropiciada, pero que aguantó una buena temporada hasta que pude comprarme unas nuevas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me irrita ver gruesas faltas de ortografía en Internet, y he aquí que he metido una de antología.
LA LENTILLA SE CAYÓ, no se CALLÓ, que si las lentillas hablasen no hubiese existido nunca este problema
PERDÓN. La lentilla se CAYÓ
Jose C Delgado