Crimenes Ejemplares II
Lo maté porque me dolía la cabeza. Y él venga a hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenían completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, miré el reloj seis veces, descaradamente: no me hizo caso. Creo que es un atenuante muy de tenerse en cuenta.
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Era imbécil. Le di y explique la dirección tres veces, con toda claridad. Era sencillisimo: no tenía sino cruzar la Reforma a la altura de la quinta cuadra. Y la tres veces se embrolló al repetirla. Le hice un plano clarísimo. Se me quedó mirando interrogante:
-Pos no sé.
Y se alzó de hombros. Había que matarlo. Lo hice. Si lo siento o no, es otro problema.
Max Aub
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