Verano y bosque
De pequeño, cuando los veranos eran interminables y el mundo inabarcable, toda la familia nos veníamos a Biar a pasar una buena temporada. El único momento ligeramente desagradable que recuerdo de esas semanas era la hora de los "deberes para el verano", esas horas incomprensibles en las que debíamos dejar de lado todos los placeres que nos ofrecía el maravilloso y soleado día para revivir la lejana pesadilla del colegio.
Ahora, algo más creciditos, las visitas son más esporádicas, pero de una u otra forma no faltamos a nuestra cita veraniega. Los hermanos nos cruzamos en nuestras idas y venidas y, de vez en cuando conseguimos el más difícil todavía, coincidiendo todos al mismo tiempo. En cualquier caso, siempre están por aquí mi madre y mi tío, de modo que la casa siempre nos recibe acogedora. Y si a ello le sumamos el jardín, la piscina y la sombra de los pinos, unos días allí son perfectos para desconectar y recargar las energías.
Una de las cosas que más me gusta hacer es pasear por los bosques que rodean al pueblo. En pocos minutos te encuentras en las afueras y puedes encaminarte hacia el Pinar de Camús o la Sierra del Fraile. Bosques mediterráneos de pinos y encinas. Allí no se oye nada que no sean algunas chicharras, los pájaros, el viento o el ruido de tus pisadas. De hecho el ruido de las pisadas llega a ser ensordecedor, así que lo mejor es detenerse de vez en cuando para poder escuchar al bosque.
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