Escucha
Escucha. Es la noche que callejea, es la procesión del viento salino, su música lenta por la calle de la Coronación y el callejón de las Conchas. Es la hierva que crece en la colina de Llareggub, la caída de las estrellas y el rocío, el sueño de los pájaros en el Bosque Lácteo.
Escucha. Es la noche en la gélida capilla ovillada que canta himnos con bonete y lleva broches y muselna negra, pajarita y botas lustrada con lazada, que tose como una cabra al relamer caramelos de menta, cabeceando aleluyas. Noche en la cervecería, callada como en una partida de dominó; noche como una rata enguantada en los desvanes de Ocky el Lechero; noche en la panadería de Dai Panecillos, por donde revolotea cual harina negra. Es la noche en la cuesta del Burro trotando sigilosa con algas en los cascos, correteando por los empedrados de conchas, frente a la cortina que atenúa la maceta de helecho, un libro y chucherías de cristal, armonio, hornacina, acuarelas caseras, perrito de porcelana y cajita rosada de té. Es la noche, como un burrillo, en el cuarto de los niños.
Mira. Es la noche abrazándose mayestática y muda a los cerezos de la calle de la Coronación, atravesando el cementerio de Bethesda, noche en el viento encogido, con guantes, sacudiéndose el rocío y dando tumbos frente a la taberna Blasón de los marinos.
El tiempo pasa. Escucha. El tiempo pasa.
Acércate más.
Solo tu puedes oír cómo duermen las casas en las calles de la lenta, profunda, salobre, tiniebla del vendaje nocturno. Sólo tú puedes ver, en los dormitorios de postigo echado, la ropa interior y las enaguas reposar en las sillas, las jarras y los aguamaniles, las dentaduras postizas hundidas en los vasos, las Tablas de la Ley colgadas en la pared, las amarillentas fotografías de unos muertos que todavía esperan que salga el pajarito. Sólo tú puedes oír y ver, tras los ojos de cuantos duermen, los movimientos y los países, los laberintos, los colores, los duelos, los arcoiris y las melodías, los vuelos y deseos, las caídas, las desazones y la vastedad de los mares de sus sueños.
Desde donde estas puedes oír sus sueños.
El capitán Cat, el ciego marino que ya no se hace a la mar, que duerme barquiembotellado en la litera del mejor camarote de su casa, Villa Goleta, adornada con caracolas y paredes revocadas de conchas, sueña.
Dylan Thomas
4 comentarios:
Ay,sí,qué maravilla!
Es un libro del que nunca me canso. Cada cierto tiempo vuelvo a él, para releer algún fragmento o para leerlo entero. Una delicia.
Todavía no te he enseñado el disco-libro que te comenté...
Jordi
Supongo que esto acabará en alguna moleskine no?
sau2
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