24.9.08

22.9.08

Inauguramos la expo













Después de varios días de duro montaje, luchando contra viento y marea, es decir, casi sin material, ayudados por voluntarios solícitos pero inexpertos, con cortes de luz por la noche y un sin fin de problemas... conseguimos inaugurar la exposición con éxito. Poco antes vino un calígrafo chino ex profeso para pintarnos el título de la exposición en la pared de la entrada. Todo un personaje que se tomaba muy en serio todo el ritual que acompaña a su caligrafía, untando el pincel con cuidado, gesticulando vigorosamente al pintar y moviéndose adelante y atrás para observar el resultado con gestos de aprobación y concentración.

Durante inauguración no faltaron fotógrafos, periodistas, criticos y toda la parafernalia, que aquí en China siempre es más que en cualquier otro sitio. Lo de la fotos ya se ha convertido en algo habitual, allí donde vayas aparece algún chino que se pone a hacerte fotos o que te pregunta si se puede hacer una foto contigo, muchas veces esto provoca un efecto dominó, empiezas con uno y luego viene su hermana o su primo y luego otro que pasaba por allí y cuando ya te intentas escapar, alguien te sigue unos metros disparado algunas fotos más.

Antes de ayer salimos de la vieja ciudad amurallada por primera vez desde que llegamos, (llevamos aquí nueve días pero parece casi un mes) y fue un shock. El interior, con sus callejuelas, viejas casas de ladrillo y un uniforme color tierra que parece cubrirlo todo, es un submundo aislado por la muralla, al traspasarla te encuentras con la China moderna (bueno, más o menos moderna, esta es una ciudad pequeñita...) con el trafico, amplias avenidas, ruido de camiones, grandes almacenes... y te das cuenta hasta que punto estamos en una burbuja allí dentro, una ciudad fundada en el siglo XIV.

15.9.08

Primeros días en Pingyao


Anoche fue la fiesta de la Luna Llena de Verano y pudimos disfrutar de una cena especial en el patio del hotel, mientras a nuestro alrededor y por toda la ciudad, se hacían explotar todo tipo de petardos y fuegos artificiales. El patio estaba a rebosar, en estos primeros días a Moritz (el comisario de la exposición) y a mi nos han alojado en el hotel de los trabajadores, un lugar modesto pero con todo el encanto de las construcciones chinas tradicionales. De este modo nos unimos a ellos en el desayuno, comida y cena, degustando gran cantidad de platos chinos. Como decía, anoche fue un tanto especial, estaba presente el Boss del Festival, había cerveza, mooncake y tuvieron que sacar una mesa más al patio dónde nos colocaron junto al jefe (nosotros éramos los únicos occidentales).

A la hora de comer te colocan un cuenco vacío delante, junto a un par de palillos, y en el centro de la mesa se van apretando platos y más platos con todo tipo de comida. Puedes tomar una sopa o arroz en el cuenco mientras vas a la caza de lo que más te gusta con los palillos, haciendo equilibrios con la comida hasta que te la llevas a la boca. La verdad es que está todo buenísimo y, exceptuando una especie de gelatina en la que flotan tripas y otras cosas extrañas, lo probamos todo.

Tras la cena, el Boss y sus ayudantes sacaron un viejo proyector de 16mm de tiempos de la revolución y varios royos de película, mientras colgaban una tela blanca al fondo del patio. Nos dijeron que iban a poner una película que no nos podíamos perder, así que aunque hubiésemos preferido escaparnos no nos quedó más remedio que sentarnos. La cosa era peor de lo que nos imaginábamos, proyectaban una película en blanco y negro protagonizada por actores rusos hablando en chino... ¡genial! No tardó en aparecer Lenin y no tardaron en desaparecer los primeros esquiroles. Intentamos aguantar el tipo un poco más, pero cuando empezaban a preparar la tercera bobina y ya no quedaba prácticamente nadie, en cuanto el jefe se dió la vuelta nos fuimos corriendo sin el menor disimulo.

El resto del día lo dedicamos a ver los espacios de exposición, la impresión de las fotografías y el enmarcado de las mismas. Todo tiene una pinta bastante precaria, aunque esto es parte de la "gracia". Los espacios son antiguas fábricas, almacenes y talleres a punto de caerse de viejos, muchas veces sin ventanas o paredes, con polvo acumulado durante los últimos cien años... tienen un encanto indudable, pero en ocasiones están en el límite de las condiciones mínimas para colgar unas fotos...

11.9.08

Me voy a China


Aprovechando la invitación a una exposición de fotografía española en el Pingyao International Photography Festival, me voy unas semanitas a China. Espero que ahora, tras las Olimpiadas, la cosa esté más tranquila, en cualquier caso creo que pasaré la mayor parte del tiempo en Pingyao, donde tiene lugar la expo en la que participo, una pequeña ciudad a medio camino entre Beijing y Xi'an. Parece ser que es la ciudad china amurallada mejor conservada de China, todo el casco antiguo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Según la Wikipedia: "El casco antiguo está rodeado por una muralla de 6 km de longitud y 12 m de altura con seis puertas y unas setenta torres de vigilancia"

Afortunadamente voy bien preparado con el libro que me han regalado Nacho y Blanca, "China en 25000 palabras". Con él bajo el brazo no puede haber mayor problema. Cuando tenga a mano alguna conexión a internet iré contando alguna cosilla. Más abajo una impresionante vista aérea de 平遥

5.9.08

Surf en Somo


Ya ha pasado una semana desde que volvimos del Cantábrico y nada me gustaría más que volver de nuevo allí. El recuerdo de la playa de Somo repleta de surfistas, sentados sobre sus tablas, mirando el mar a la espera de una buena ola, es algo ya imborrable, pero en cuanto podamos, volveremos a repetirlo, pues fueron unos días absolutamente geniales.

Por la mañana nos levantábamos prontito y asomábamos la cabeza fuera de nuestras tiendas, somñolientos y despeinados (especialmente Nacho). Un buen café, unas magdalenas y algunas tostadas terminaban de despertarnos y poco después ya estábamos preparando las cosas para ir a la Escuela Cántabra de Surf, donde Blanca y yo nos habíamos apuntado a un cursillo, Nacho, tras hacerlo un par de veces, este año iba por libre, aunque más tarde nos lo encontrábamos en el mar intentando infiltrarse entre los alumnos como si tal cosa...

Por la tarde Nacho y Blanca se quedaban en el camping Latas o iban a dar una vuelta, yo cogía de nuevo la taba y bajaba a la playa para continuar siendo vapuleado por las olas. Al menos los cuatro primeros días, porque el quinto estaba tan cansado que, muy a pesar mío, ya no pude volver por la tarde, y al sexto día el agotamiento era absoluto, cuando remaba sobre la tabla creía que los brazos se me iban a desencajar de los hombros. Así que, cuando conseguía sobrepasar la zona de espumas, donde rompen las olas una tras otra, empujándote, arrastrándote, empeñadas en no dejarte entrar más allá... una vez sobrepasada esta zona, decía, y alcanzado el pico, o al menos cerca de él, me dedicaba a descansar un buen rato, sentado sobre la tabla, mirando a la gente que sabe y meciéndome por las grandes olas que pasaban bajo mi.

A la escuela íbamos en coche, pero por la tarde podías dirigirte directamente a pie a la playa, acortando por un fantástico camino que primero discurría bajo un pequeño bosque de eucaliptos y pinos, enmarañado de moreras, para luego aparecer en un arenal surcado por algunas pasarelas de madera que salvaban las dunas para llevarte hasta la playa. La vista desde la pasarela, arriba de la duna, justo antes de descender a la playa, era perfecta para ver el mar desde lo alto y hacerte una idea de cómo estaba el panorama. El tercer y cuarto día daba miedo ver la altura de las olas, algunas muy adentro, con los surfistas posados como diminutos puntos negros que subían y bajaban, lanzándose en el momento adecuado para deslizarse por auténticas paredes de agua de dos o tres metros. Yo, prudentemente, me dirigía a una zona más tranquila y básicamente intentaba no ahogarme.

Al atardecer emprendía el camino de regreso, chorreando, agotado y feliz, cruzando de nuevo el bosque de eucaliptos y sorteando con cuidado las enormes babosas naranjas que salían a pasear a esas horas.