14.7.08

La boda de mi hermana



A mitad ceremonia salí de la Ermita y miré al cielo, aquello parecía el fin del mundo, un cielo negro, amenazador, cargado de lluvia dispuesta a estropearnos la fiesta, pero solo cayeron cuatro gotas mientras dentro se entregaban los anillos y al salir los novios hasta volvió a brillar tímidamente el sol. Estuvimos al borde del desastre, pero al final todo salió perfecto.

Mi hermana casi se pone a llorar cuando vio aparecer el coche de caballos a la puerta de Los Dos Tilos, era el secreto mejor guardado, una sorpresa de la hermana y el cuñado de Esteban. El novio finalmente se puso muy nervioso esperando a la novia a la puerta de la Ermita. El cura se pegó un buen cabezazo contra una lámpara, que se quedó bamboleando un rato mientras se escapaba alguna risilla entre la concurrencia. El padrino, mi hermano, acompañó elegantemente a la novia y aguantó estoicamente todo el día... tan solo se plantó con el vals, ¡eso ya era demasiado! El jardín lucía espléndido bajo los pinos y los tilos. Los invitados comieron, bebieron, fumaron, bailaron y brindaron a la salud de los novios.

12.7.08

Preparativos de boda


Hoy se casa mi hermana María, la pequeña... ya no tan pequeña, claro, pero la menor de los cinco hermanos y la primera que se casa. Esta semana la casa de Los dos Tilos en Biar anda revolucionada con los preparativos, el banquete lo hacemos en el jardín y yo me estoy encargando de la decoración, esperemos que no llueva, porque el jardín va a quedar fantástico por la noche. Ahora no tengo mucho tiempo para escribir, pero ya haré una pequeña crónica mañana o pasado.

10.7.08

Siete días de sol, mar y estrellas




Regreso, cubierto de sal, inundado de sol, de pasar unos días flotando en las aguas de Menorca. No se me ocurre una manera mejor de pasar unas pequeñas vacaciones y desconectar por unos días del mundanal ruido. Ha sido una maravillosa semana cuya máxima preocupación era que calar elegir cada día.

Hemos paseado por la isla en furgoneta o en moto, he visto vacas y caballos, cabras y tortugas, peces de colores y peces oscuros como el chocolate, incluso he visto peces con alas ribeteadas de azul o vestidos de raya diplomática o con elegantes bigotes blancos. También he visto estrellas rojas y naranjas como enormes gominolas entre las rocas y medusas blancas, moradas y marrones, pequeñas como un dedal y grandes como un sombrero. He visto una morena serpenteando, moteada y peligrosa, antes de ocultarse en una cueva oscura, y un gran pez verde entre algas verdes. He visto un faro blanco al borde de un precipicio y un faro con pijama a rayas azules, azotado por un viento infernal, alzado en un paisaje lunar de rocas con piel de elefante. Y he visto el mar, una joya azul turquesa... o verde esmeralda... apareciendo constantemente, al este o al oeste, al norte o al sur.

Por la noche regresábamos rendidos tras un día de nadar, pasear, tomar el sol, comer pescaditos, beber unas cervezas... Y, al apagar el motor y la luz de la moto, nos veíamos rodeados por un silencio increíble, una oscuridad absoluta... y un cielo tremendo, sin luna, un cielo a punto de estallar al no poder contener tantas estrellas.